miércoles, 26 de septiembre de 2012

Caída.


XY: Las 458 pulsaciones. El tiempo externo avanza, mi tiempo no se mueve. Quisiera desprenderme pero no puedo dejar de observar a mi estrella caída. ¡Qué extraño! Sus ojos y su pelo parecen flotar en medio de la pista. Cayó del octavo piso y ahora está aquí. ¿La recordaré? No lo sé. ¿En qué puedo pensar? En él. ¿Se habrá lanzado también? ¿Tal vez? Presiento que está tirado por estas pistas. Buscaré. Llego a una esquina y veo dos cuerpos. Se lanzaron, lo hicieron. ¿Habrán visto algo? Esta es la perpetuidad que opone resistencia a la relatividad ¿Quién habrá tomado la opción?

XY2: También miras.

XY: Te buscaba aquí y me encontré con ellas.

XY2: ¿Las conoces?

XY: Mis madres.

XY2: Se lanzaron juntas, vieron algo.

XY: ¿Lo crees?

XY2: Sí... creo que fue así. Son muy pocos los que deciden hacerlo juntos.

XY: Más allá hay otra mujer...

XY2: ¿Se mató sola?

XY: Sí.

XY2: Y ahora, ¿qué harás?

XY: ...

XY2: ¿Nos lanzaremos?

XY: No lo sé. 

XY2: ¿Tendremos miedo?

XY: (En todo momento)... En ciertas ocasiones, pero nos controlaremos.

XY2: ¿Nos haremos daño?

XY: (Es inevitable)... Em, es posible, pero seremos cautos.

XY2: ¿Y nos mentiremos?

XY: Muchas veces.

XY2: ¿Y habrá traición?

XY: (Siempre) ...

XY2: ¿Y te lanzarás?

XY: ...

XY2: ¿Cuándo lo harás?

XY: No lo sé.

XY2: ¿Lo haremos juntos?

XY: No lo sé.

XY2: ¿Lo harías por mí?

XY: No... lo haría por mí.

lunes, 31 de octubre de 2011

El Monopoly de nuestra sociedad

Siempre pierdo y esta vez realmente quiero ganar. Quiero ser la propietaria de todas las casas que sean posibles, tener respeto y recibir dinero a como dé lugar. Quiero cuatro hoteles, seis casas y un montón de empresas. Mi cábala, el perro de plata, me hará dueña del último barrio, el más caro, el que se ubica al final del tablero. Las pocas ocasiones que por suerte gané en Monopoly, adoré su similitud con la vida real. Es indescriptible la pasión por el poder y sobre todo las miles de técnicas que existen para conseguir dinero e invertir. Sin embargo, la mayoría de las veces, me choca el culto a la propiedad privada, cuando el dinero se hace estrictamente necesario como fuente de oportunidades, herramienta para continuar en el juego.


Como siempre, esta vez elegiré el perro de plata. Me parece el más humano dentro de la variedad. Es noble, compañero, el mejor amigo del hombre, dicen. Sin embargo no es un quiltro, es un Scottish Terrier. De la misma raza que la “panelista” de un extinto matinal. El zapato es la conexión con el suelo y el sombrero con lo más alto del ser humano. Posiblemente encontraron una buena excusa para agregarle intrínsecamente elegancia y estatus. El jinete y su caballo con la hípica, pasatiempo originalmente asociado con la clase alta. Los aviones como el mejor invento para acortar el tiempo de los ricos, un bien no material valiosísimo en nuestra época. Y claro, todos simulando un elegante baño de plata. Ahora que lo pienso, son casi todos objetos fetiche en la actual sociedad de consumo.


Mi oportunidad aspiracional depende de un dado. Así es la vida. Tal como no elegí donde nacer, tampoco el número de partida. Por mucho que cruce los dedos o implore al cielo, así es el azar. Brutal. La estabilidad netamente económica (suerte para otros) está determinada por un Monopoly imaginario de nuestros ancestros. Algunos lo atribuyen sólo al esfuerzo, lo que indirectamente sin reconocerlo, justifica la supuesta flojera de los pobres. Teniendo en cuenta la opresión económica y la estricta movilidad social. Para mí es sólo suerte. Salió el cinco y caí en el barrio más barato con la posibilidad de comprar una casa por un par de pesos. Me acuerdo de mi nana. Lleva más de cuatro años ahorrando con su marido para ese departamento chiquitito con piezas individuales para los niños. Una terraza llena de plantas, con aromas que evoquen su pasado en los campos del sur chileno. Pensando en ella la compro, pues como me dijo: las propiedades son progreso. Es la materialización y recompensa más pura de tantos años cuidando hijos ajenos. El sueño norteamericano de la casa propia se ha instalado sin previa consulta en la mente de todo el bloque occidental: La cocina americana pintada de tonos blancos y metálicos, la chimenea que acompaña una noche de invierno y una familia aria sentada en sillones de cuero y el pavo relleno sobre la mesa del comedor como excusa para celebrar una ocasión de la que cada año olvidamos su significado. Aún así, son millones los que sueñan con esa maqueta inalcanzable. En casas de cartón de la periferia, tienen que preocuparse antes de otros problemas. Anhelan escapar de la miseria que los consume, de la violencia con la que conviven. Excepciones que el primer mundo no creó para Latinoamérica. Nuevamente todo cuestión de azar.


Ya en la segunda vuelta, uno de mis contrincantes cae en la cárcel. Me alegro de su desgracia. Mi “socialismo-capitalista” notaba su avasalladora ventaja y quería un juego igualitario para todos. Elige pagar al banco una cuantiosa suma antes que perder dos turnos. Maldito. Tal como ha ocurrido siempre, los ricos se pueden salvar de la justicia, comprar un pedazo de cielo y si la desdicha se los impide, tampoco están privados de comodidades. Tal como sucedió con la cárcel Capuchino durante décadas en Chile, los semidioses no confesados vivían en un hotel con ventanas de hierro que les impedía tener contacto con sus esclavos. Para ser sincera, yo también hubiese pagado. Antes que un 19 por ciento en impuestos, el peor castigo de nuestra sociedad actual es la privación de libertad.


Queda poco para llegar a la mitad del tablero y los billetes empiezan a escasear. Llego a duras penas al barrio de clase media emergente. Este último término (tal como países en vías de desarrollo en vez de subdesarrollados) resulta indispensable. El interminable terror de los que tienen mucho que perder y poco que ganar, pero que sin embargo mantienen viva su esperanza y absurda altura de miras. El término emergente nace para en un futuro, en este caso más lejano que cerca, volar hacia el norte.


Me veo en la obligación de pedir un préstamo al banco a cambio de un par de casas y empresas que conseguí en el camino. Recibo el dinero y me siento poderosa pero luego recuerdo que son sólo un par de papeles multicolores que en la vida real no me alcanzarían ni para comprarme un dulce. Así son los préstamos bancarios, la llave a una supuesta felicidad. El endeudamiento colectivo como muerte anunciada. La salida es plástica, necesariamente tangible para ser exhibida ante la mirada atónita del entorno. Lo invisible al ojo humano no tiene fundamentos en una sociedad que se alimenta de satisfacer el sentido del tacto. El auto nuevo del año, decenas de zapatos que leviten del suelo contaminado, ropa importada como negación al arraigo tercermundista, la casa propia, mía y de nadie más y un buen colegio que venda modales y herramientas de supervivencia en una selva de concreto, construyen al ciudadano mundano y cortoplacista. El carpe diem incorrectamente adaptado se apodera de sus mentes y la deuda se transforma en un abogado del diablo que si se tiene la osadía de ignorar, tendrá la facultad de quemar el tablero del juego frente a los ojos de los inadaptados, llevándose incluso al perro de plata.


Aún me queda plata del préstamo y el deseo de perdurar, o más bien de existir, me llama a la inversión. Instalo un hotel en el barrio medio, donde ya tenía dos casas. Una imagen irrisoria en medio de los esperanzados. Espero que la suerte me acompañe y más de un contrincante tenga la desgracia de caer en mi metro cuadrado. Dicho y hecho. Deben pagarme sólo en una pasada el 15 por ciento del total de su renta. El mayor germen actual, el lucro de los poderosos con los vulnerables, la satisfacción de vivir en base al trabajo de otros. La libertad que tanto nos prometieron, pero que en la letra chica no era más que una metáfora, una persuasión poderosísima. La mejor campaña publicitaria de todos los tiempos modernos. Sin embargo todas las revoluciones tienen consecuencias. La capitalista vende libertad a masas desposeídas. La felicidad es materializada y los indispensables perdedores quienes alimentan al sistema. Los ricos resultan victoriosos en su afán por vender estabilidad.


A costa de suerte, claro, llego por fin al barrio soñado. Vendo todo para instalar una casa que me permita asaltar el bolsillo de quien ose romper mi espacio, acercarse a mi propiedad privada. Una más de las contradicciones de la sociedad. El máximo terror del ladrón, ser asaltado. Los ricos protegen sus casas de marfil con cercos eléctricos, cámaras y perros bien alimentados de los flojos con deseos aspiracionales que no se esforzaron lo suficiente por concretarlos. A su vez, desde lo alto de la cordillera como una tarima indestructible, son quienes roban la libertad de sus esclavos, impiden el sueño de los endeudados pero en un curioso afán humanitario defienden la horizontalidad de los impuestos, porque todos somos iguales. El juego mirado desde acá me resulta simple. Uno de mis contrincantes tras cruzar mi barrio fue eliminado del juego, del sistema. En mi comodidad no siento ni una sola pizca de preocupación. Al contrario, le agradezco su torpeza; finalmente gracias a él estoy donde estoy. Su derrota me trajo jugosas ganancias aunque a ratos miro los billetes mal impresos con la cara del clásico señor de bigote. Esto es sólo un juego y me siento ilusa. Los problemas que arrastro día a día no me lo soluciona un montón de papeles, es más, ya no sé qué comprar. ¿Sentirán eso los ricos alguna vez? La desilusión de tener el mundo a sus pies, comprar toda clase de anestesias para un dolor interminable. Una vez vi un reportaje de una mujer millonaria que a pesar de todas sus comodidades, no podía comprar su mayor anhelo: la recuperación de su esposo muerto en un accidente.


Tener plata es difícil. Tanto que después de tanto perder esta vez no quiero ganar. De nada sirve un par de figuras rojas y azules ni un perro de plata. La indestructible máquina del consumo depende de todos. Cuando los pobres dejen de soñar con llegar a una enorme pared de concreto y la atmósfera de los ricos les impida seguir flotando, recién ahí el Monopoly como ejemplo del modelo aspiracional de nuestra sociedad romperá el tablero.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Bonus track: trabajo de medios digitales

Los cacerolazos se extienden a todo el país


Tal como hemos visto hace semanas, las movilizaciones se han expandido a distintos sectores de la sociedad y anoche una vez más fue el turno de los "cacerolazos", donde familias enteras manifestaron su apoyo a los estudiantes. La masividad en esta ocasión, se suma a la marcha convocada con la Confech el día de ayer que reunió a más de 150 mil manifestantes y que resultó con 396 detenidos.

En la Región Metropolitana, el "cacerolazo" más masivo se vivió en Plaza Ñuñoa, con cerca de 3 mil asistentes que se tomaron Irarrázaval en una especie de batucada y que horas más tarde fueron detenidos por carabineros. De igual manera, cerca de 40 personas se reunieron en la esquina de Vespucio con Vitacura, siendo escoltados por los insistentes bocinazos. Fue en Plaza Italia, donde unas 600 personas hicieron sonar sus cacerolas junto a la vocera de la Confech, Camila Vallejo.

Por su parte en regiones, en la Plaza Prat de Iquique se hizo sentir el descontento por el conflicto estudiantil. De igual manera en múltiples esquinas de Arica, La Serena y Valparaíso. La zona centro sur, específicamente en Concepción no se quedó atrás. Si bien no se registraron mayores incidentes, fueron decenas de personas las que coparon las esquinas de la ciudad haciendo sonar el metal de sus ollas, situación replicada en Valdivia, Temuco y Punta Arenas.

jueves, 30 de septiembre de 2010

El nuevo desastre eclesiástico. Estado Neutral, 19 de abril de 2010.

Todo comenzó cuando el papa Benedicto XVI se vio envuelto por la ola de escándalos de pedofilia en la Iglesia Católica. Su encubrimiento a un sacerdote dio paso a una serie de declaraciones que empeoraron la situación. Una puñalada no sólo a los millones de católicos del mundo, sino a los más de 500 casos que salieron a la luz las últimas semanas.
Por Gabriela Infante.


Lamentablemente los casos de pedofilia en la iglesia son tema de cada año. Sin embargo los dardos apuntan a esta vez al mismísimo sumo pontífice Benedicto XVI. Una publicación del diario New York Times dejó entre ver las pruebas donde el papa años atrás firmó un traslado del sacerdote Lawrence C. Murphy, acusado de abusar contra al menos 200 niños. Esto sólo fue el inicio para una lluvia de declaraciones y otro amago de guerra de amplios sectores de la sociedad en contra la Iglesia Católica.

En medio del conflicto, el cardenal secretario del Vaticano, Tarcisio Bertone visitó nuestro país y con el fin de preguntarle acerca de la eterna discusión del término del celibato en los sacerdotes, declara: “me han dicho que el celibato no tiene que ver con la pedofilia, pero si la homosexualidad”. Fue inmediato el repudio de las minorías sexuales y el asombro de muchos sacerdotes quienes no explicaban sus declaraciones.

El término del celibato huele a naftalina. Una burda estrategia de marketing para opacar el plato de fondo, los abusos. Es difícil entender que en el siglo XXI, con un impresionante avance en políticas públicas a nivel mundial, la iglesia tenga el poder legal a su favor y la cosa sea tan sencilla como trasladar a cualquier parte del mundo a pederastas que continúan sin condena. Una bofetada a quienes lucharon durante años por limpiar su imagen medieval y transformarla una casa de acogida, un símbolo de paz mundial. Personajes como San Alberto Hurtado y Sor Teresa de Calcuta, sin duda quedarían cesantes en la iglesia de hoy.

La iglesia no sólo necesita una reestructuración en cuanto a sus estatutos, sino una reconciliación con el mundo entero. Quitar no sólo el estigma de ciertos sacerdotes, sino pedir un préstamo de humildad. Seguir siendo la santa sede de Dios en la Tierra y promover su paz, su ayuda con el prójimo y su infaltable mensaje de unión y esperanza, la que nos ha servido a tantos en el mundo entero y que últimamente se ha visto maltratada. Si el Vaticano se queda de brazos cruzados, los rumores hablan de una posible migración de Dios a un lugar desconocido. Por ahí por el 2012.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Benito

Fuiste un regalo que llegó esa tarde de otoño para no desaparecer jamás. Fue tu nariz mojada junto a la mía o tus ojos negros los que rápidamente me conquistaron y te transformaron en mi tesoro. Bastaron tardes enteras acostados viendo fútbol ambos vestidos de azul para que quisiera que no te fueras nunca de mi vida. Alomejor tus siestas en mi vientre lograron que cada vez que te recuerdo mis ojos se humedezcan.

Tu baja estatura, tus pies suaves con la planta rosada, tus ojos tapados con el pelo teñido, y tu aliento de león fueron tu mejor descripción. Amigable, fuerte e idealista. Perseverante, cariñoso fueron tus mejores cualidades. Ese niño inquieto que no se apaga jamás.

Lentamente sin preeverlo, tu cuerpo quedó diminuto frente a tu grandeza. Hay veces en que la naturaleza se equivoca y nunca pudiste expresar tu coraje. Merecías piernas largas para correr sin que nadie te pusiera límites, te faltaron manos para acariciar y boca para hablar. Porque con tal energía no hay carcasa que de a basto.

Partiste de este mundo creyendo ser un niño. ¿Pero cuál es el problema? Para mí fuiste mucho más que eso; mi estrella, mi luz y mi hermano. Hasta siempre Benito. Espero que estés en otra vida sacándole sonrisas a alguien que lo necesite. Ya cumpliste tu misión, lograste ser el perro que nadie jamás olvidará.

martes, 10 de agosto de 2010

corriente de la conciencia

Creo que me saldré un poco del típico esquema de escritura que tengo por falta de tiempo y ganas para ser honesta, sin embargo no puedo dormir sin dejar de pensar una gigante contradicción. Me daré la libertad de cometer faltas de coherencia y hacer más bien corriente de la conciencia.

Nadie asume tener un verdadero problema de autoestima, aún así son contados quienes realmente se sienten cómodos física y psicológicamente. Lo podemos ver todos los días. Creo que a medida que me acerco a los 20 me he puesto más conservadora y más crítica con las actitudes de la gente de mi edad y aún más con las mías.

Más de una vez en mi vida de pingüina fui la otra sin saberlo en el debido momento, lo que provocaba finalmente llanto eterno tirada en mi cama durante toda la tarde con una inseparable barra de chocolate y mi mamá en la puerta preguntándome quién había sido el maldito desgraciado que me hizo sufrir y si bien me tocara a esta edad ese rol nuevamente, no causaría un show, pero si sería bastante penoso. Pero ¿qué pasa cuando uno está del otro lado?

Tener a más de una persona babeando por ti es la raja. Te sientes más bonita, más "codiciada" y hasta el pelo brilla más. Pero cuando llegas a la casa te das cuenta lo patética y vacía que pareces, las estupideces que eres capaz de hacer para sentirte mínimamente importante por alguien que seguro piensa en tí la mitad del tiempo de lo que tú piensas en cada uno de ellos.

Y volviendo al primer caso. ¿Y si eres una más? Llamamos a las amigas, a los ex, a las compañeras de curso y a las que te caen mal para contarles lo imbécil, perro, estúpido, patético, caliente y cerdo que es por dignarse a jugar con una. ¿Es eso jugar limpio?

Soy muy intolerante, pero me gustaría que a los veintitantos inmaduros y qué tanto exista más gente decidida a cambiar, a encontrarle el verdadero significado al Carpe Diem, que no sea vivir el día como si fuera el último de tu vida, sino vivirlo para construir un futuro sólido basado en valores de los que en alguna clase de religión deben haber enseñado. ¿De qué sirve entregar todo ahora cuando queda tanto? Nos hagamos lo que no nos gustaría que nos hicieran, amémonos todos y sobre todo respetémonos. Es mi mejor filosofía.

miércoles, 21 de julio de 2010

Miedo

La cabeza me retumbaba entre la gente y el olor a pintura ya me tenía mareada. En un mar de personas gritando en medio del carnaval, me escabullí hasta llegar al baño. Me enjuagué las manos teñidas de verde y me puse una polera blanca que había echado a mi morral el día anterior. Sin despedirme de nadie tomé la micro que me dejaba a una cuadra de su casa. Caminé rápido, nadie sabía donde estaba y por primera vez estaba atrasada a una cita nuestra. El conserje me miró con cara de pocos amigos como siempre, subí las escaleras con el típico olor a cebolla desde la puerta de su vecina y caminé por el largo pasillo con la ampolleta pestañeado hace semanas. Toqué el timbre, me bajé el escote y me eché el pelo para atrás como le gusta a él. Toqué el timbre esperando llegar a su cama y perdernos un rato hasta que mi celular no pare de sonar.

Pasaron veinte minutos, despegué la mirada del número 54 de su puerta y recogí el papel en que ofrecían un crédito bancario promocionado con un león. Me senté en el piso como hipnotizada a la foto. Qué fácil debe ser la vida del león. Fuerte, grande, imponente. Temido por todos y amado por nadie. De qué sirve seguir siendo buena si en todas partes hay un león que a paso firme es capaz de arrasar con quien se le cruce. De qué sirve buscar el amor si al final el miedo es el que mueve a las personas y el león es un amateur. Yo no soy nisiquiera una aprendiz.

Habían pasado una hora y con la cobardía que siempre me ha caracterizado y un impulso incontrolable corrí por el pasillo hacia la ventana. Miré hacia abajo y desde el quinto piso los autos me incentivaban a desaparecer para probar si en otra vida tendría posibilidades de ser un león. Me saqué los zapatos, levanté la pierna derecha para apoyarla en la baranda y subir la otra. Ya sentada, cerré los ojos llenos de lágrimas negras por el abundante maquillaje. Los tacos de una mujer subiendo la escalera me paralizaron. Tiritando me aferré a la ventana esperando que se fuera. Preferí bajarme para evitar algún reproche. Cada vez el sonido era más fuerte. Las risas y los besos también hasta que los vi. Era él con una perra vestida de negro, el pelo largo y liso. Tenía cara de leona. Él intentó abrazarme y excusarse de inmediato, pero la ira fue más fuerte. Su cara empezó a alejarse, mis dedos se durmieron y con la vista nublada me quedé pegada mirando los tacones prostituta que ella llevaba. Sentí mi cabeza rebotar en el suelo y sólo desaparecí. Espero que ahora si me toque ser leona.